






En un reciente viaje por la Comunidad Valenciana, tuve la fortuna de encontrarme con un enclave natural sumamente peculiar: el museo de Olivos Milenarios en La Jana, Castellón. Este espacio, situado a unos 25 kilómetros de Vinaroz, se presenta como un testimonio vivo de la historia agrícola, albergando impresionantes ejemplares de olivos cuya existencia se remonta a milenios atrás. La visita a este lugar no solo es un recorrido por la naturaleza, sino una inmersión en un legado cultural y económico que ha marcado la identidad de la región.
El proyecto del museo no solo busca la exhibición de estos gigantes naturales, sino también su preservación. Gracias a acuerdos con los agricultores locales y el apoyo de instituciones, se ha logrado detener la venta y desaparición de estos árboles centenarios, asegurando que su fruto se utilice para producir un aceite de oliva virgen extra de alta calidad, reconocido y valorado tanto a nivel nacional como internacional. Este esfuerzo conjunto subraya la importancia de mantener viva la tradición y el valor intrínseco de estos elementos naturales, que son mucho más que simples árboles: son patrimonio.
Los olivos milenarios son definidos por un tronco con un perímetro de al menos 3,50 metros a 1,30 metros de altura, lo que aproximadamente significa que cada metro de perímetro equivale a unos 200 años de vida del árbol. Estos majestuosos ejemplares se encuentran predominantemente en la zona de La Jana, que forma parte del Territorio del Senia, un área que une Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana y que ha sido un crisol de culturas, desde los fenicios hasta los romanos, quienes influyeron en el cultivo del olivo. La concentración de casi mil olivos milenarios en La Jana la convierte en el punto con mayor densidad de estos árboles en el mundo, haciendo de este lugar un destino excepcional para comprender la longevidad y el significado cultural del olivo.
La historia de estos olivos se entrelaza con el desarrollo de las civilizaciones que han habitado esta tierra. Los musulmanes, en particular, jugaron un papel crucial en la expansión y perfeccionamiento del cultivo del olivo en la península ibérica. La preservación de estos árboles no es solo una cuestión botánica, sino también un acto de conservación cultural, ya que representan siglos de tradición y conocimiento agrícola. La posibilidad de interactuar con estos árboles monumentales y aprender sobre su pasado en el museo de La Jana ofrece una perspectiva única sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza a lo largo de la historia, destacando la resiliencia de la vida y la importancia de su legado.
El Museo de Olivos Milenarios en La Jana ofrece una ruta señalizada que facilita la exploración de esta impresionante colección de árboles. El recorrido incluye paneles informativos que detallan la historia y características de cada olivo, con especial atención a los nueve más singulares, como el 'Farga del Pou del Mas', que con casi ocho metros de perímetro de tronco, se estima que tiene unos 1.600 años de antigüedad. Este entorno natural se ha convertido en un punto de encuentro para el turismo cultural y ecológico, permitiendo a los visitantes apreciar la belleza y la magnitud de estos seres vivos ancestrales.
Más allá de la contemplación, el museo subraya el valor económico actual de estos olivos. Sus aceitunas son cuidadosamente recolectadas y procesadas por molinos locales para producir un exclusivo aceite de oliva virgen extra. Este producto, con un precio que refleja su calidad y origen milenario, se distribuye en mercados gourmet de grandes ciudades y se exporta a destinos internacionales como China, Japón, Estados Unidos y Dubái, donde alcanza precios aún más elevados. La iniciativa no solo protege estos árboles, sino que también fomenta una economía local sostenible, basada en la apreciación de un recurso natural invaluable y el mantenimiento de una tradición agrícola milenaria.