Anuradhapura, una joya histórica y espiritual en el corazón de Sri Lanka, ofrece un fascinante recorrido por vestigios de una civilización antigua. Esta urbe, que fue un centro político y religioso de gran relevancia durante siglos, se presenta hoy como un vasto complejo de ruinas majestuosas y lugares de profunda devoción. Para el viajero, la visita a este Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO es una inmersión en la cuna del budismo en la isla, donde cada estupa, templo y piedra labrada narra historias de reyes, monjes y milenios de fe. Organizar la exploración de este extenso sitio arqueológico es clave para aprovechar al máximo la experiencia, y esta guía ofrece las claves para desvelar sus secretos, desde los imponentes monumentos de pago hasta los rincones gratuitos que resplandecen con el fervor de los peregrinos.
El antiguo reino de Anuradhapura, en el corazón de Sri Lanka, se revela como un crisol de historia y espiritualidad, invitando a los exploradores a sumergirse en un legado milenario. Fundada en el siglo IV a.C., esta ciudad sagrada fue la capital de Sri Lanka durante más de un milenio, albergando 122 monarcas y convirtiéndose en el epicentro del budismo en la isla. Reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1982, su riqueza arqueológica y religiosa es incomparable, haciendo de su visita una parada esencial en cualquier itinerario por la nación insular. A pesar de la devastación sufrida durante la conquista del Imperio Chola entre los años 992 y 1017, su esencia espiritual ha permanecido intacta, consolidándose como un vital punto de peregrinación.
Ubicada estratégicamente dentro del célebre Triángulo Cultural de Sri Lanka, Anuradhapura se encuentra a poca distancia de otros destinos de incalculable valor como Sigiriya, Dambulla y Kandy, permitiendo a los visitantes combinar múltiples experiencias históricas y culturales en un mismo viaje. Para una exploración profunda, se sugiere dedicar al menos una mañana completa a los sitios principales de Anuradhapura y reservar la tarde para una visita a Mihintale, la cuna del budismo esrilanqués. Si bien el sitio de Polonnaruwa, otra antigua capital, puede parecer más conservado, Anuradhapura ofrece una atmósfera religiosa palpables que muchos encuentran aún más cautivadora. Aunque la entrada al área arqueológica tiene un costo de 30 dólares estadounidenses para adultos, la ciudad alberga numerosos sitios gratuitos que permiten una conexión auténtica con su patrimonio. Se recomienda iniciar el recorrido temprano, alrededor de las 7:00, para evitar el calor intenso y sumergirse en la serenidad matutina del lugar. La compra de entradas puede realizarse en la taquilla junto al Museo Arqueológico o en línea, aunque la afluencia no suele ser un problema. Para desplazarse por los vastos 40 kilómetros cuadrados del complejo, un tuk-tuk es la opción más práctica y eficiente, aunque también es posible alquilar motos o bicicletas, o contratar un coche con conductor para mayor comodidad.
Entre los imprescindibles de Anuradhapura, tanto gratuitos como de pago, destacan:
Para aquellos que deseen extender su aventura, Mihintale, la cuna del budismo en el país, se encuentra a solo 15 kilómetros y ofrece una experiencia espiritual adicional con sus dagobas y estatuas sagradas, ideal para un atardecer memorable. La tarifa de entrada a Mihintale es de 1.000 rupias por persona y solo se acepta efectivo. Se recomienda vestir modestamente, cubriendo hombros y rodillas, y llevar calcetines para caminar descalzo en los templos, protegiéndose del calor del suelo. Es crucial respetar las normas locales, como no darse la espalda a las estatuas de Buda para fotografías y caminar en sentido horario alrededor de las estupas, así como ser cauteloso con los monos presentes en la zona. Además de la riqueza cultural, la región ofrece safaris en Wilpattu y clases de cocina local para una experiencia más completa.
Visitar Anuradhapura es más que un recorrido turístico; es una peregrinación hacia el alma de Sri Lanka, una oportunidad para conectar con una historia profunda y una fe inquebrantable. La magnitud de sus ruinas, la atmósfera de devoción que impregna el aire y la posibilidad de presenciar las prácticas budistas contemporáneas, convierten a este viaje en una experiencia que trasciende lo meramente visual. La planificación es clave para abrazar plenamente este destino, pero la recompensa es una comprensión más profunda de la identidad esrilanquesa y de la perdurable influencia de sus tradiciones.