La expedición se planeó en dos fases bien diferenciadas, comenzando con una meticulosa preparación logística que incluyó el transporte de equipo y la instalación de un campamento base avanzado, seguido de los primeros ascensos. La ventaja de un acceso por barco facilitó el traslado de provisiones, incluyendo 90 litros de agua, vitales para soportar el calor abrasador. Durante esta etapa inicial, se encontraron con otros escaladores de élite, como Edu Marín, quienes compartieron experiencias y recursos, demostrando la camaradería inherente a esta disciplina. A pesar del agotamiento físico y mental provocado por los continuos traslados bajo el sol inclemente, lograron completar la primera fase, retirándose brevemente para recuperar energías antes de la embestida final.

La segunda fase, la de todo o nada, llevó a los escaladores a enfrentar directamente el muro final. Pelut describió un inicio intenso, donde un incidente con una laja inestable sirvió como un recordatorio de la fragilidad del entorno. Charly, en su primera incursión en Aragón, demostró gran motivación, abriendo un segundo largo que los posicionó estratégicamente para el asalto decisivo. Superando obstáculos como tormentas eléctricas y ráfagas de viento, que complicaban el manejo de las cuerdas, avanzaron paso a paso. La ruta culminó con la superación de un impresionante techo, una travesía horizontal que ofreció vistas espectaculares y representó uno de los puntos álgidos de la ascensión. El logro final se materializó con un último largo desafiante, que Charly disfrutó plenamente, culminando la apertura de 'Warrior Rats' y consolidando ocho días de escalada inolvidables en este paraíso natural. La experiencia reforzó su aprecio por Montrebei y por aquellos que dedican su esfuerzo a preservar su belleza y espíritu salvaje.

Esta conquista en la Pared de Aragón no es solo un logro deportivo, sino una profunda lección sobre la perseverancia y la conexión humana con la naturaleza. La dedicación incansable de Pelut y Charly, superando adversidades y manteniendo una visión clara de su objetivo, es un espejo de lo que se puede alcanzar cuando la pasión y el compañerismo guían nuestros pasos. Su aventura nos enseña que el verdadero espíritu de la montaña reside en enfrentar los desafíos con valentía, en la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes y en la gratitud hacia el entorno que nos acoge. Es un recordatorio de que en la vida, al igual que en la escalada, los momentos más gratificantes suelen ser aquellos que exigen el máximo de nosotros, transformando el esfuerzo en una celebración de la vida y sus infinitas posibilidades.