Un reciente descubrimiento paleontológico ha sacudido las nociones preestablecidas sobre la evolución de los cocodrilianos, revelando la existencia de una especie de cocodrilo de dimensiones colosales. Este hallazgo, basado en fósiles recuperados en Kenia, no solo redefine el tamaño máximo conocido para estos reptiles ancestrales, sino que también sugiere una relación depredador-presa con los primeros homínidos, ofreciendo una perspectiva fascinante sobre los desafíos que enfrentaban nuestros antepasados en su entorno primigenio.
El reptil gigante, bautizado como Crocodylus thorbjarnarsoni, habitó las profundas cuencas lacustres cercanas a lo que hoy conocemos como el Lago Turkana, en Kenia, durante el Plioceno, hace aproximadamente dos a cuatro millones de años. Este formidable depredador, cuyo tamaño se estima en unos impresionantes 8.3 metros de longitud, superaba con creces a especies modernas como el cocodrilo del Nilo, que rara vez excede los 6 metros. Los restos fósiles de este coloso fueron desenterrados en las décadas de 1960 y 1970 y permanecieron en el Museo Nacional de Kenia en Nairobi, sin que se identificara su singularidad hasta hace poco.
Según Christopher Brochu, paleontólogo de la Universidad de Iowa y líder del equipo de investigación, Crocodylus thorbjarnarsoni se erige como el cocodrilo de mayor envergadura registrado hasta la fecha. A diferencia de otras especies crocodiliformes aún más grandes, como el extinto Sarcosuchus imperator, que podía alcanzar los 12 metros, el nuevo descubrimiento pertenece al género Crocodylus, al que pertenecen también los cocodrilos actuales. Su tamaño masivo podría estar directamente relacionado con su dieta, que incluía presas de gran tamaño, y, de manera hipotética, incluso a los ancestros humanos primitivos, quienes en aquel entonces medían alrededor de 1.2 metros de altura.
Brochu plantea la hipótesis de que estos cocodrilos prehistóricos podrían haber emboscado a los homínidos mientras se acercaban a los cuerpos de agua para beber. \"Se encontraban en una situación crítica: morirían si no bebían, pero también corrían el riesgo de morir si lo hacían\", explica. Aunque no se han encontrado marcas de mordeduras en restos humanos que corroboren directamente estos encuentros, Alex Hastings, de la Universidad de Florida, sugiere que la ausencia de tales pruebas no es concluyente. Hastings, quien no participó en este estudio pero ha investigado especies de cocodrilos prehistóricos, argumenta que el Crocodylus thorbjarnarsoni, con su poderosa mordida y la capacidad de tragar presas enteras, probablemente no dejaría rastros óseos de estos encuentros. Los cocodrilos, con sus robustos sistemas digestivos, son conocidos por tragar rocas para ayudar a la trituración de huesos, lo que reforzaría esta teoría.
Este notable hallazgo, publicado el 3 de mayo en la revista Journal of Vertebrate Paleontology, no solo arroja luz sobre la cadena alimenticia prehistórica, sino que también desafía la arraigada noción de que los cocodrilos son \"fósiles vivientes\" con poca evolución a lo largo del tiempo. Brochu y otros científicos han desenterrado una sorprendente diversidad de especies extintas de cocodrilianos, lo que indica que este grupo es mucho más complejo y variado de lo que se creía. La evolución de los cocodrilos es tan intrincada como la de cualquier otro linaje, refutando la idea de que son meras reliquias de un pasado estancado en el tiempo.