En la pintoresca región suroeste de Mauricio, se encuentra Chamarel, hogar de un espectáculo geológico sin igual: la afamada Tierra de los Siete Colores. Este fenómeno, un verdadero portento de la naturaleza, ha maravillado por igual a viajeros y científicos durante siglos. Su explicación reside en la génesis volcánica de la isla. Durante las poderosas erupciones que dieron forma a estas tierras, los elementos minerales de la lava se enfriaron a velocidades y bajo condiciones químicas diversas. Este proceso dio como resultado la formación de arenas con composiciones minerales heterogéneas, responsables de la vibrante gama de tonalidades que hoy podemos admirar.
A lo previamente descrito, se suma una característica verdaderamente inusual: la arena de distintos pigmentos se niega a fusionarse; en cambio, cada matiz mantiene su propio dominio. Resulta sorprendente que, incluso si se intentara combinar las diversas tonalidades en un recipiente (acción desaconsejada dada la protección del sitio) y luego se agitara, en cuestión de minutos volverían a separarse, como si cada color poseyera una voluntad propia. Lejos de ser un acto de magia, este fenómeno se fundamenta en principios físicos, ya que los minerales están cargados con magnetismo, generando una fuerza de repulsión entre ellos.