El equidna de hocico largo, un ser viviente singular conocido por su peculiaridad de poner huevos y su cuerpo cubierto de espinas, ha cautivado la atención de la comunidad científica. Durante mucho tiempo, se asumió que esta especie existía únicamente en los recónditos paisajes de Nueva Guinea, con una población estimada en unos 10,000 individuos y bajo amenaza crítica de extinción. No obstante, nuevas revelaciones sugieren que este mamífero, cuya presencia en Australia se creía extinguida hace aproximadamente 10,000 años, podría haber estado presente e incluso haberse reproducido en el continente australiano a principios del siglo XX, y quizás aún lo haga.
Estos hallazgos revolucionarios provienen del distinguido zoólogo Kristofer Helgen, del Instituto Smithsonian y explorador de National Geographic. Helgen ha documentado sus descubrimientos en la revista ZooKeys, confirmando que un espécimen que incluía piel y cráneo, hallado en 1901 por el naturalista John T. Tunney en Australia, pertenece innegablemente al equidna de hocico largo, también conocido como zagloso occidental o Zaglossus bruijnii. Este ejemplar, encontrado en la remota región de Kimberley en Australia Occidental, había sido erróneamente clasificado durante décadas.
Helgen confiesa una profunda fascinación por este animal escurridizo, habiéndolo avistado en la naturaleza en contadas ocasiones. La dificultad de encontrar equidnas de hocico largo, debido a su naturaleza esquiva y tímida, los convierte en un avistamiento fortuito. De hecho, el destino jugó un papel crucial en la identificación del espécimen australiano. En 2009, durante una visita al Museo de Historia Natural de Londres, Helgen, guiado por su intuición, seleccionó un ejemplar con información limitada, reconociendo de inmediato la caligrafía de John Tunney en su etiqueta, un indicio que lo llevó al corazón del misterio.
John Tunney, un renombrado naturalista de principios del siglo XX, se dedicó a recolectar especímenes para museos. Durante una expedición a Australia en 1901 para la colección privada de Lord L. Walter Rothschild, Tunney se encontró con un equidna de hocico largo. Aunque sus notas indicaban la ubicación como Monte Anderson (W Kimberley) y describían el ejemplar como "Raro", Tunney dejó en blanco la sección de identificación de la especie. A su regreso, el espécimen fue enviado al museo de Perth para su clasificación, y posteriormente regresó al museo Rothschild, erróneamente identificado como un equidna de hocico corto.
Al examinar el largo hocico del espécimen, su tamaño considerable y las tres garras en sus extremidades, Helgen concluyó que se trataba de un equidna de hocico largo. A diferencia del equidna de hocico corto, que aún habita en Australia y posee cinco garras, un hocico más pequeño y una estatura que es la mitad de la del equidna de hocico largo (que puede alcanzar los 16 kilogramos), las características del espécimen eran inequívocas. Este descubrimiento reveló una verdad oculta durante años.
Helgen, inmerso en la historia de esta especie, descubrió que otro intelecto brillante, Oldfield Thomas, el más influyente taxónomo de mamíferos de la historia, también había examinado el espécimen. Thomas, quien identificó y nombró aproximadamente uno de cada seis mamíferos conocidos hoy, trabajaba en el Museo de Historia Natural de Londres cuando el ejemplar de Tunney llegó, aún erróneamente clasificado. Thomas se percató de que era una especie hermana, separó el cráneo y algunos huesos de las extremidades de la piel para demostrar que se trataba de un equidna de hocico largo, un hallazgo tan inesperado entonces como lo es en la actualidad. La razón por la que Thomas nunca publicó esta información sigue siendo un enigma, y el descubrimiento permaneció latente hasta la llegada de Helgen, ocho décadas después.
Convencido de que el equidna de hocico largo de Tunney provenía de Australia, Helgen compartió sus hallazgos con el científico Mark Eldridge, del Museo Australiano, quien corroboró la teoría: "No eres el primero en sugerir que podría haber equidnas de hocico largo en Kimberley". James Kohen, coautor de la publicación de Helgen en ZooKeys, relató que durante su trabajo en la zona en 2001, mujeres aborígenes afirmaron que "sus abuelas cazaban" grandes equidnas. Este es "el primer indicio de la supervivencia moderna de un equidna de hocico largo en Australia", afirmó Tim Flannery, catedrático de la Universidad Macquarie de Sídney, resaltando la importancia del hallazgo para reevaluar la identificación de equidnas en el norte de Australia. Helgen, con un optimismo cauteloso, planea una expedición y busca dialogar con las comunidades aborígenes. Aunque las probabilidades son escasas, encontrar un equidna en la naturaleza sería "un epílogo maravilloso para esta historia".