Una investigación innovadora basada en el análisis de ADN ha transformado nuestra concepción de las sociedades prehistóricas, desmantelando la idea de una dominación masculina omnipresente. En Çatal Hüyük, un enclave neolítico de enorme relevancia, la evidencia genética sugiere que los varones se incorporaban al núcleo familiar de sus cónyuges. Este patrón contradice la narrativa tradicional que asumía una estructura patrilocal como norma universal en los albores de la civilización. Çatal Hüyük, establecido hace aproximadamente 9,000 años en la región que hoy ocupa el sur de Turquía, era un asentamiento notablemente sofisticado para su época. Albergaba a cerca de 8,000 habitantes en viviendas interconectadas, caracterizadas por la ausencia de calles y el acceso a través de los tejados, lo que denota una planificación urbana y social distintiva.
El minucioso examen genético de 131 restos esqueléticos, exhumados de sepulturas comunitarias halladas bajo las construcciones de Çatal Hüyük, ha revelado un patrón inesperado en las relaciones familiares. Se observó que los individuos compartían un vínculo más frecuente a través de la línea materna que paterna. Tras una década de investigación, los científicos lograron identificar el sexo de los infantes y niños y rastrear los linajes maternos, confirmando que la identidad familiar se transmitía por la vía femenina. La arqueóloga Eline Schotsmans, coautora del estudio, señaló que esta evidencia apunta a una organización matrilocal, donde los hombres se integraban en el hogar de la mujer al unirse en pareja. Si bien esta información no confirma la existencia de un matriarcado en el sentido político o religioso, sí exige una revisión crítica de las hipótesis sobre la organización social de las primeras comunidades agrícolas.
Un detalle particularmente intrigante de los descubrimientos es que las niñas eran sepultadas con una cantidad de objetos funerarios cinco veces superior a la de los niños. Esta disparidad podría interpretarse como un indicador de un estatus social o espiritual más elevado para las mujeres desde la infancia. Desde su redescubrimiento en 1958, Çatal Hüyük ha cautivado a la comunidad arqueológica. El yacimiento ha revelado murales, herramientas, armamento y esculturas, incluyendo las célebres figuras femeninas que, durante mucho tiempo, alimentaron la hipótesis de una deidad madre. Aunque la interpretación de estas figuras como representaciones religiosas es ahora objeto de debate, muchos especialistas las consideran símbolos de mujeres de alta jerarquía, lo que refuerza la idea de un rol femenino preponderante en esta sociedad. Los investigadores del presente estudio se muestran cautelosos al utilizar el término “matriarcado”, pero otros académicos son más explícitos.
Benjamin Arbuckle, arqueólogo ajeno a esta investigación, ha destacado en un artículo complementario para la revista Science que, si los patrones de género se invirtieran, no habría objeciones en concluir que se trataría de una sociedad patriarcal. Arbuckle critica la dificultad que muchos académicos tienen para concebir un poder femenino significativo, a pesar de la abundante evidencia arqueológica, histórica y etnográfica que respalda la existencia de estructuras matriarcales en diversas épocas y lugares. Este estudio se suma a un creciente cuerpo de evidencia que refuta la noción de que las sociedades antiguas siempre fueron dominadas por hombres. Parece claro que, en múltiples civilizaciones y periodos, las mujeres no solo fueron dadoras de vida, sino también pilares fundamentales en la edificación y sostenimiento de las primeras comunidades humanas.