Carlos Soria, a sus 86 años, se embarca en una nueva expedición hacia el Manaslu, la imponente octava montaña más alta del planeta, con la misma energía y entusiasmo que siempre lo han caracterizado. Esta travesía adquiere un significado especial al conmemorar medio siglo desde la primera expedición española a este ochomil en 1975, un hito en el que Soria jugó un papel fundamental. Su avanzada edad no representa un obstáculo para sus aspiraciones, sino una prueba más de su indomable voluntad. A pesar de haber conquistado el Manaslu en 2010 sin oxígeno a los 71 años, y de enfrentar recientes desafíos como una fractura de pierna en el Dhaulagiri y una cirugía de válvula cardíaca, su determinación permanece intacta. La idea inicial de un proyecto más ambicioso no prosperó, pero la semilla de la ascensión ya estaba sembrada en su espíritu, y con la tenacidad que lo distingue, no estaba dispuesto a abandonarla.

La falta de apoyo financiero externo no ha mermado su ánimo, ya que cuenta con un patrocinio incondicional: el de su familia. Él afirma que sus verdaderos “patrocinadores” son él mismo, su esposa y sus cuatro hijas, quienes han sido su mayor respaldo en cada paso. Esto subraya la profunda convicción familiar de que el montañismo es una parte intrínseca de su ser. Esta expedición será un viaje más íntimo y ligero, acompañado únicamente por Luis Miguel Soriano, un experimentado ochomilista, prestigioso camarógrafo de altura y compañero leal en innumerables aventuras. La confianza mutua entre Soria y Soriano es evidente, con Carlos elogiando la personalidad y el profesionalismo de Luis Miguel. Otros compañeros de ruta, como Pedro Mateo y Juan Boada, también se unirán, aunque sin la intención de alcanzar la cumbre. Aunque el plan original era partir en primavera, la expedición se pospuso para el otoño, buscando mejores condiciones tras la temporada del monzón, lo que demuestra la adaptabilidad de Soria ante los desafíos logísticos. Su frase emblemática, “Para subir, hay que ir”, resume su filosofía de vida y su inquebrantable motivación.

En febrero pasado, Soria ya demostró su excelente estado físico al ascender el Aconcagua a sus 86 años. Posteriormente, superó una operación de válvula cardíaca, un testimonio de su increíble resiliencia y el avance de la medicina. Aunque reconoce las limitaciones impuestas por la edad en su rendimiento físico y memoria, su espíritu no flaquea. Su estrategia de aclimatación incluye una estancia inicial en la región de Khumbu, a casi 6.000 metros, antes de ascender al campo base del Manaslu. La montaña es conocida por sus avalanchas, por lo que la precaución será clave, buscando siempre el momento óptimo para el ascenso. Si logra la cumbre, establecerá un nuevo récord como la persona de mayor edad en alcanzar un ochomil, aunque este logro personal no es su principal motivación. Un aliciente significativo es su conexión con el pueblo de Sama, al que ha apoyado durante años, y espera visitarlos a su regreso para celebrar la posible cumbre. La idea es establecerse en el campo base alrededor del 12 de septiembre, dejando claro que su deseo de ir a la montaña supera cualquier obstáculo. Esta historia es una poderosa lección de vida: la persecución de los sueños requiere acción y una voluntad inquebrantable, no se esperan sentados en el sofá.