En nuestra búsqueda constante de destinos que evoquen la riqueza histórica, el pintoresco pueblo de Besalú en la provincia de Girona se alza como una joya ineludible. Desde hace tiempo, la imagen de su majestuoso puente medieval ha capturado nuestra imaginación, consolidándose como una prioridad en nuestros itinerarios de viaje.
Recientemente, hemos tenido el privilegio de explorar Besalú en varias ocasiones, aprovechando viajes previos que nos llevaron a disfrutar de los vibrantes festivales de verano en la Costa Brava y a visitar otros enclaves históricos como Peratallada y el Monasterio de Sant Pere de Rodes. Ubicado en la comarca de la Garrotxa, al oeste de Figueres y a solo 30 kilómetros al noroeste de Girona capital, Besalú se ha convertido en un epicentro turístico de Cataluña. Aunque durante nuestra primera visita en un día soleado de agosto la afluencia era moderada, la presencia de un tren turístico sugiere la popularidad del lugar, especialmente por las tardes. Sin embargo, tras recorrer sus calles y sumergirnos en su atmósfera, es fácil comprender la profunda atracción que ejerce este pueblo medieval, cuyo origen se remonta a una fortaleza del siglo X y que, asombrosamente, albergó un floreciente barrio judío.
Iniciar el recorrido por Besalú, sin duda uno de los pueblos más encantadores de Girona, es hacerlo a través de su célebre puente medieval, la puerta de entrada a su centro histórico. Este puente, erigido en el siglo XII para cruzar el río Fluvia, es una maravilla arquitectónica con sus dos puertas, siete arcos y casi 150 metros de longitud, siendo un deleite para los amantes de la fotografía. Al adentrarse en el pueblo, las estrechas calles revelan tiendas de artesanía y recuerdos. Destaca el Miqvé judío del siglo XII, baños de purificación, que fue descubierto en 1965 en el lugar de una antigua fábrica. Este hallazgo, único en España en cuanto a miqvé medievales, revela la importancia de la comunidad judía en Besalú, que llegó a representar un tercio de la población medieval hasta su partida en 1348 debido a la Peste Negra. La visita culmina en la plaza principal, donde se erige la Iglesia de Sant Pere de Besalú, parte de un antiguo monasterio benedictino fundado en 977. La iglesia actual, del año 1160, presenta una sobria fachada con una ventana de arquivoltas y figuras de leones, y un interior notable por su girola circular. Para una experiencia diferente, el Museo de Miniaturas de Besalú, adyacente a la iglesia, exhibe obras artísticas en formatos diminutos, incluso microminiaturas que requieren lupas y microscopios para su apreciación.
Besalú representa un testimonio vivo de la resiliencia y la riqueza cultural que trasciende el tiempo. Su capacidad para preservar y exhibir su pasado medieval y judío, incluso frente a adversidades históricas, es un recordatorio de la importancia de valorar y proteger nuestro patrimonio. La fascinación que este lugar ejerce demuestra cómo la historia, cuando es bien conservada y compartida, puede inspirar y enriquecer a las generaciones presentes y futuras, fomentando un profundo aprecio por la diversidad y la belleza inherente a las civilizaciones pasadas. Visitar Besalú es, por tanto, un acto de conexión con la grandeza humana y su inquebrantable espíritu de creación y adaptación.