Trabajar sin descanso puede desencadenar una serie de problemas de salud, desde el aumento del estrés y la ansiedad hasta dolencias físicas como la lumbalgia y la hipertensión. Aunque algunos países y empresas están extendiendo las jornadas laborales, la evidencia científica demuestra que superar las 55 horas semanales incrementa drásticamente el riesgo de enfermedades graves, incluyendo afecciones cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Alexis Descatha, un prominente investigador, enfatiza que el sobreesfuerzo laboral se ha convertido en la principal enfermedad ocupacional a nivel global. Incluso la tradicional semana laboral de 40 horas, vista como un estándar de equilibrio, podría no ser tan inofensiva como se pensaba para nuestra vitalidad.
Los efectos del exceso de trabajo son complejos, manifestándose tanto de forma directa como indirecta. El estrés continuo generado por las largas jornadas mantiene al cuerpo en un estado de alerta constante, elevando los niveles de cortisol y afectando el sistema inmunitario. Esta tensión crónica puede llevar a problemas de salud severos, como hipertensión, migrañas, trastornos del sueño, ansiedad, depresión y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. Además, el tiempo dedicado al trabajo usurpa el espacio para actividades esenciales para la salud, como el descanso adecuado, la nutrición balanceada y el ejercicio físico. Sorprendentemente, los impactos más graves suelen aparecer años después, afectando a trabajadores mayores de 60 años que mantuvieron un ritmo laboral intenso en su juventud, lo que sugiere que los daños acumulados son una preocupación a largo plazo.
Para aquellos que pasan la mayor parte de su jornada laboral sentados, el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes tipo 2 aumenta significativamente. Este peligro se intensifica con cada hora adicional de inactividad. Los oficinistas, en particular, son propensos a sufrir lesiones por esfuerzo repetitivo, como dolores de cuello y espalda, debido a la postura sedentaria prolongada. No obstante, la realización de actividad física regular, entre 150 y 300 minutos semanales, puede mitigar estos riesgos. Pequeñas interrupciones activas durante el día, como caminar o usar escritorios de pie, también contribuyen a contrarrestar los efectos negativos del sedentarismo.
Mientras que la actividad física en el tiempo libre es beneficiosa para el corazón, el ejercicio intenso y prolongado en el ámbito laboral, especialmente en trabajos manuales, puede tener el efecto contrario, un fenómeno conocido como la paradoja de la actividad física. Los investigadores aún exploran las razones, pero se cree que la falta de control sobre la duración y la intensidad de estas actividades, sumada a la ausencia de un descanso y recuperación adecuados, somete al cuerpo a un estrés crónico. A diferencia de los atletas de élite, que priorizan el descanso, la recuperación y una nutrición óptima, los trabajadores manuales no siempre tienen la oportunidad de recuperarse, lo que agrava los efectos negativos del estrés físico en su organismo.
El entorno de trabajo juega un papel crucial en la gestión del estrés y los riesgos para la salud asociados con las largas jornadas. Aquellos empleados que disfrutan de un mayor control sobre sus condiciones laborales, como el ritmo de trabajo o las responsabilidades, experimentan menores niveles de estrés y un riesgo reducido de enfermedades cardíacas. La flexibilidad en el horario, permitiendo adaptar la vida laboral a las exigencias personales, ha demostrado mejorar significativamente la salud mental, disminuyendo la ansiedad y la depresión, independientemente del número total de horas trabajadas. Esto resalta que un enfoque laboral que priorice la flexibilidad y el bienestar es fundamental para una vida más equilibrada y saludable.