En los últimos años, la conversación sobre la salud mental ha experimentado una evolución significativa, impulsando a más individuos a buscar diversas vías terapéuticas. Dentro de este cambio, la terapia somática se ha consolidado como una alternativa prometedora, especialmente para aquellos que no encuentran plenitud en los métodos tradicionales. Este enfoque revolucionario establece un vínculo profundo entre la psique y el soma, facilitando un proceso de curación holístico. La clave reside en la comprensión de que las vivencias emocionales se registran en el cuerpo, y al abordar estas manifestaciones físicas, se abre una puerta hacia la liberación del trauma y la ansiedad, permitiendo a las personas tomar las riendas de su presente y futuro.
A diferencia de las terapias convencionales centradas en la cognición, la terapia somática enfatiza el papel crucial del cuerpo en la retención de emociones y experiencias. Esta aproximación hunde sus raíces en los albores de la psicología del siglo XX, con pioneros como Wilhelm Reich, quien investigó cómo las tensiones físicas y los patrones musculares se entrelazan con los estados psicológicos. La noción de “coraza corporal” de Reich sugiere que las emociones reprimidas pueden manifestarse físicamente, y que abordar estas expresiones corporales puede conducir a una sanación emocional profunda. En esta perspectiva, el trauma no resuelto se compara con una carga física inmovilizadora, y la terapia somática proporciona las herramientas para disolver y metabolizar esa carga, liberando al individuo de su peso.
Aunque aún en fase de investigación comparativa con terapias más establecidas como la cognitivo-conductual, la terapia somática ha demostrado resultados prometedores, en particular para el manejo del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y los síntomas de ansiedad. La popularización del libro “El cuerpo lleva la cuenta” de Bessel van der Kolk en 2015, junto con la creciente visibilidad en redes sociales, ha elevado la conciencia sobre cómo el trauma se inscribe en el cuerpo. Es vital entender que el trauma abarca cualquier vivencia que sobrepasa la capacidad de afrontamiento de un individuo, dejando huellas duraderas, incluso aquellas experiencias tempranas que la mente puede no recordar, pero que el cuerpo sí.
En una sesión típica de terapia somática, la piedra angular es la conciencia corporal. Los terapeutas somáticos, como Shay DuBois, inician las sesiones invitando a los clientes a explorar sensaciones físicas: “¿Dónde sientes la ansiedad en tu cuerpo? ¿Tiene una textura, un color, un peso?” En ocasiones, el diálogo verbal es mínimo, priorizando la inmersión en las sensaciones. Scott Lyons destaca que, para algunos, conectar con su yo físico puede llevar tiempo, pero es esencial para el progreso. Técnicas como la pendulación, que modula entre estados de malestar y calma, son utilizadas para gestionar emociones intensas. La seguridad es primordial, y a diferencia de enfoques que exponen al malestar, la terapia somática permite al cliente controlar el ritmo y la intensidad, fomentando un espacio seguro para la sanación. Esta metodología holística ofrece una vía de curación para quienes han encontrado limitaciones en las terapias conversacionales, dotándolos de herramientas para recuperar sus vidas y transformar el trauma en empoderamiento.