Hace apenas dos décadas, el encuentro con una lagartija de las Pitiusas en Ibiza o Formentera era habitual, mientras que la presencia de culebras de herradura resultaba impensable. Sin embargo, en un giro sorprendente, el escenario actual ha presenciado una inversión total. Mientras la especie endémica de las islas enfrenta una disminución constante, las serpientes han logrado una colonización casi completa, abarcando hasta el 90% del territorio insular según las estimaciones más recientes.
Las lagartijas de las Pitiusas son verdaderas joyas de la fauna española, distinguiéndose no solo por ser el único vertebrado exclusivo de Ibiza y Formentera, sino también por poseer una de las mayores diversidades cromáticas del planeta. Esta característica, forjada a lo largo de millones de años, incluso antes de su separación de la lagartija balear, resalta su singularidad. No obstante, esta especie única se enfrenta ahora a una posible extinción, consecuencia directa de la expansión de serpientes introducidas hace más de dos décadas, cuya llegada a las Pitiusas sigue siendo un misterio.
En algún punto del Pleistoceno, un evento catastrófico devastó la vida vertebrada en las Pitiusas, con la excepción notable de estas lagartijas, que lograron sobrevivir, probablemente resguardadas en las fisuras rocosas. Tras el cataclismo, encontraron un entorno ideal, carente de depredadores, una situación que perduró por milenios. Oriol Lapiedra, un biólogo del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, señala que este evento extremo pudo haber propiciado condiciones perfectas para que estos reptiles prosperaran sin amenazas, asumiendo un rol más generalista y vital para la dispersión de semillas, además de controlar las poblaciones de artrópodos.
Sin embargo, la armonía de este ecosistema se vio drásticamente alterada a principios del siglo XXI con la introducción de las primeras culebras de herradura. Aunque inicialmente escasas, estas serpientes han ocupado progresivamente casi toda la isla de Ibiza, un 90% de su extensión. Esta proliferación ha llevado a una alarmante disminución de las poblaciones de lagartijas. Lapiedra advierte que, si bien aún existen zonas de coexistencia, la inevitabilidad de la depredación total es una preocupación creciente, exacerbada por la alta densidad de depredadores en el frente de invasión.
Tomàs Bosch, jefe del servicio de Especies del Gobierno Balear, subraya la gravedad de la situación: las culebras de herradura han cubierto ya más de tres cuartas partes de la isla, incluso alcanzando islotes cercanos gracias a su habilidad para nadar, lo que representa un peligro inminente para las poblaciones de lagartijas, únicas en cada islote. Además, las autoridades ambientales han confirmado la presencia de otras especies de serpientes tanto en Ibiza como en Formentera. La desaparición de las lagartijas, fundamentales para el ecosistema, podría desencadenar un efecto cascada, afectando las comunidades de insectos y, potencialmente, la agricultura.
Frente a este sombrío panorama, las autoridades se han unido en un esfuerzo por salvaguardar a esta icónica especie. La erradicación total de las serpientes se considera inviable, por lo que la coexistencia se perfila como el objetivo más realista, según Bosch. Las campañas de trampeo buscan controlar la proliferación de ofidios, aunque su erradicación total es poco probable. La estrategia más eficaz, según los expertos, radica en proteger las áreas ecológicamente más valiosas, como los islotes. La meta es mantener estos santuarios libres de serpientes y establecer nuevas reservas urbanas para que el reptil más emblemático de las Pitiusas pueda nuevamente prosperar en el hábitat que le fue arrebatado.