Explorar el mundo de los vinos de alta gama en España es adentrarse en una tradición que combina historia, geografía y una búsqueda incesante de la excelencia. Recientemente, hemos tenido el privilegio de experimentar de primera mano el concepto de “Vino de Pago” a través de una visita a una de las bodegas más emblemáticas de Navarra, Pago de Arínzano. Esta experiencia no solo nos permitió degustar caldos excepcionales, sino también comprender la filosofía y los rigurosos criterios que definen esta exclusiva categoría vinícola, posicionándola como la cúspide de la calidad en el panorama vitivinícola español.
El concepto de “Vino de Pago” representa la máxima distinción en la jerarquía vinícola española, superando incluso a las afamadas denominaciones de origen. Esta categoría fue establecida en el año 2000, impulsada por la visión de figuras como el Marqués de Griñón y la familia Chivite, quienes buscaban emular la exclusividad de los Château franceses y el profundo vínculo con el terruño. Para obtener esta calificación, una bodega debe cumplir con requisitos extraordinariamente estrictos: sus vinos deben elaborarse exclusivamente con uvas cultivadas dentro de un “pago” específico. Un “pago” es un paraje rural delimitado, caracterizado por un microclima y una composición del suelo únicos, que lo diferencian claramente de las zonas circundantes. Además, el proceso de elaboración debe ser meticuloso, garantizando una calidad y singularidad inigualables en cada botella. Es un compromiso a largo plazo, ya que se requieren al menos diez años de cumplimiento de estos estándares antes de que una bodega pueda ser oficialmente reconocida en esta prestigiosa categoría.
La historia de Pago de Arínzano es tan rica como sus vinos. Se considera que esta hacienda navarra es la propiedad vitivinícola más antigua de España, con una tradición que se remonta al año 1055, cuando los monjes del monasterio de Santa María de Iquirre ya cultivaban viñedos para su propio consumo y para los peregrinos del Camino de Santiago. A lo largo de los siglos, la propiedad ha evolucionado, destacando la construcción del Palacio de Armería en 1532 y La Casona en 1715, que hoy sirve como edificio principal de la bodega. Sin embargo, la filoxera en 1890 devastó los viñedos, y la finca se destinó al cultivo de cereales. No fue hasta 1990 cuando la familia Chivite, reconociendo el valor excepcional de este terruño, comenzó a adquirir las tierras y a reintroducir la vid, sentando las bases para el renacimiento de Pago de Arínzano. En 2007, la bodega alcanzó el estatus de “Vino de Pago”, convirtiéndose en la tercera en España en lograrlo, un hito que subraya su dedicación a la calidad y la singularidad de su producción. En 2015, la propiedad fue adquirida por una empresa internacional, consolidando aún más su posición en el mercado global de vinos de prestigio.
La arquitectura de Pago de Arínzano es otra faceta notable de su identidad. El renombrado arquitecto Rafael Moneo fue el encargado de integrar las nuevas instalaciones de elaboración de vino con los edificios históricos existentes. Su diseño respetuoso y vanguardista reformó la casona, la torre del Palacio de Armería y la iglesia del siglo XIX dedicada a San Martín de Tours. Rodeando estas estructuras centenarias, Moneo levantó las áreas industriales utilizando hormigón, madera y cobre en los tejados, materiales que con el tiempo se funden armoniosamente con el paisaje de los viñedos. De las 355 hectáreas que componen la propiedad, 128 están dedicadas al cultivo de uvas para sus vinos de pago, con una prominencia de la uva tempranillo en 70 hectáreas, complementada por variedades como Chardonnay, Merlot y Cabernet Sauvignon, distribuidas en 20 parcelas distintas.
La “Experiencia Premium” en Pago de Arínzano es un recorrido inolvidable por el proceso de creación de sus vinos. Comienza con una ascensión en vehículo 4x4 a un mirador privilegiado, desde donde se contempla la vasta extensión de los viñedos y se comprende la influencia del entorno geográfico. La orientación del terreno, que mantiene una temperatura media inferior en unos cinco grados a las zonas adyacentes, combinada con la influencia atlántica y una pluviometría idónea, crea las condiciones perfectas para el cultivo de la vid. En este punto elevado, los visitantes disfrutan de la primera cata de uno de los exquisitos vinos de la bodega. Posteriormente, la visita se adentra en la Sala de Elaboración, donde se revelan los secretos de la fermentación y el uso de tecnología de punta. Aquí se enfatiza la vendimia manual, parcela por parcela, guiada por el enólogo, y se explica la filosofía de bajo rendimiento de las vides (1.500 kg/hectárea para los vinos más selectos y hasta 3.000 kg/hectárea para el resto) para asegurar una concentración óptima de sabor.
La culminación de la experiencia es el paso por la Sala de Barricas, donde se percibe el aroma embriagador del roble francés. Todas las barricas son de este material y se renuevan cada dos o tres años, garantizando la máxima calidad en el añejamiento de los vinos. En esta sala, se ofrece una segunda degustación de tres vinos aún en proceso de maduración, permitiendo apreciar su evolución. La gama de vinos de Pago de Arínzano incluye etiquetas distinguidas como “La Casona de Arínzano”, un coupage de tempranillo y merlot con 14 meses en barrica, y el “Arínzano Merlot”, un vino orgánico excepcional con el mismo periodo de crianza. La joya de la corona son los “Arínzano Gran Vino blanco” (Chardonnay, 11 meses de crianza) y “Arínzano Gran Vino tinto” (tempranillo, entre 14 y 18 meses de crianza), reflejo de la excelencia de la bodega. La visita concluye con una degustación final en la histórica Sala de Jamones, ubicada en la torre medieval, donde los embutidos ibéricos complementan a la perfección los vinos. Para quienes buscan una inmersión completa, la bodega ofrece la posibilidad de alojarse en una de sus lujosas habitaciones en La Casona o La Villa, transformando la visita en una escapada enológica inolvidable y una profunda apreciación de la alta calidad que representa un Vino de Pago.