En las últimas semanas, se han emitido diversas alertas de viaje que, según expertos en la industria turística, han sido percibidas como exageradas. Estas notificaciones, que incluso han empleado términos como \"terrorismo\" para referirse a destinos en México y han impuesto restricciones más o menos explícitas a Cuba, junto con descripciones distorsionadas de la realidad en República Dominicana, han generado inquietud y desaliento entre los potenciales viajeros. La percepción de riesgo se ha magnificado, afectando la imagen de seguridad de estas regiones.
Adicionalmente, la depreciación del dólar estadounidense ha jugado un papel crucial en esta tendencia. Un dólar menos fuerte hace que los viajes al extranjero resulten más costosos para los estadounidenses, mientras que, al mismo tiempo, abarata la visita de extranjeros a Estados Unidos. Esta dinámica financiera refuerza la preferencia por el turismo doméstico, ya que el poder adquisitivo de los ciudadanos para explorar destinos internacionales se ve reducido, incentivándolos a buscar opciones de ocio dentro de su propio país.
El propio presidente Trump ha defendido en múltiples ocasiones los beneficios de un dólar débil para el sector turístico. Su argumento central es que un tipo de cambio desfavorable para las divisas extranjeras disuade a los ciudadanos de viajar fuera del país, mientras que, inversamente, atrae a un mayor número de turistas internacionales. Esta postura se enmarca dentro de su filosofía económica proteccionista, buscando fortalecer la economía nacional al redirigir el gasto de los consumidores hacia servicios y productos domésticos, incluido el turismo. Así, las políticas actuales no solo buscan asegurar la seguridad de los ciudadanos, sino también reconfigurar los flujos económicos en beneficio del mercado interno.