La imponente Sigiriya, también conocida como la Roca del León, se alza majestuosamente como uno de los destinos más enigmáticos y significativos de Sri Lanka. Este sitio, reconocido como Patrimonio de la Humanidad desde 1982, fue el epicentro de una civilización crucial en la historia del país. Su ascenso, que implica superar 1.200 escalones, es una experiencia transformadora que revela la verdadera magnitud de esta colosal estructura. A pesar de los desafíos del camino, la recompensa de contemplar la grandiosidad de Sigiriya desde su cima es incomparable.
Las narrativas históricas sitúan los orígenes de las ocupaciones humanas en Sigiriya en el período mesolítico, hace más de 5.000 años. Sin embargo, el consenso arqueológico apunta a que la formación rocosa monolítica fue utilizada por primera vez como una fortaleza en el siglo V d.C. Fue en este periodo cuando el rey Kasyapa mandó construir en su cumbre la legendaria Fortaleza del León. Curiosamente, las creencias populares locales sugieren un pasado mucho más antiguo, vinculando la fortaleza con la deidad hindú Ravana, quien supuestamente gobernaba desde allí. Lo que hoy se presenta como una elevación natural con accesos limitados, se cree que antaño poseía múltiples entradas que con el tiempo colapsaron.
Ubicada a 200 metros sobre la ciudad de Dambulla, Sigiriya fue concebida por el rey Kasyapa como una fortaleza inexpugnable. La leyenda narra que Kasyapa, quien reinó entre el 473 y el 495 d.C., obtuvo el trono tras asesinar a su padre, usurpando el poder a su hermano legítimo. Con el objetivo de protegerse de un posible ataque de su hermano Mogallana, Kasyapa ordenó la construcción de esta formidable fortaleza. Sin embargo, a pesar de las defensas naturales y arquitectónicas, el ejército de Mogallana logró sitiarla, y Kasyapa, antes de ser capturado, optó por quitarse la vida. Tras su muerte, Mogallana cedió Sigiriya a los monjes budistas, quienes la utilizaron como monasterio hasta el siglo XIV, momento en el que fue abandonada hasta su redescubrimiento por los colonos británicos.
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por expertos británicos y posteriores estudios han desvelado fascinantes detalles sobre la avanzada planificación urbana y el sofisticado sistema de gestión del agua de Sigiriya. Un ejemplo notable es la piscina ubicada en la cima de la fortaleza, cuya construcción sigue siendo un misterio. Esta piscina mantiene un nivel constante de agua durante todo el año, incluso en la estación seca de Sri Lanka, y cuenta con un sistema de drenaje avanzado para evitar desbordamientos durante las lluvias monzónicas. La ingeniería detrás de esta estructura es sorprendente, especialmente considerando los medios disponibles en la época de su construcción. Además, en la base de Sigiriya, se han descubierto intrincadas estructuras de almacenamiento de agua y un diseño urbano que denota un conocimiento tecnológico notable para una civilización tan antigua.
Los misterios de Sigiriya no se limitan a su sistema hídrico. En la parte superior de la roca, se encuentran estructuras piramidales que continúan desconcertando a los arqueólogos. La presencia de ladrillos y enormes bloques de mármol blanco, un material no autóctono de la región y de considerable peso, plantea interrogantes sobre cómo fueron transportados hasta la cima de la fortaleza. Las investigaciones no han hallado evidencia de sistemas de escaleras o mecanismos que pudieran haber facilitado la elevación de estos materiales. A pesar de los estudios realizados, la forma en que se llevó a cabo esta construcción en el siglo V d.C. sigue siendo un enigma, comparable a las dudas que aún persisten sobre la edificación de las Pirámides de Egipto. Este desafío arquitectónico y logístico sigue siendo un testimonio de la ingeniosidad de las civilizaciones antiguas.
La ascensión a Sigiriya, aunque demandante, es una experiencia inigualable que permite apreciar plenamente la magnificencia de este lugar. Se recomienda destinar entre dos y tres horas para la visita completa, lo que permite abordar los 1.200 escalones, explorar las ruinas y descender con calma. El ascenso se divide en dos secciones principales: la primera, con menor inclinación, recorre los jardines y las ruinas de las estructuras de almacenamiento de agua hasta la base de la Fortaleza del León. La segunda parte, más vertical, se realiza a través de modernas pasarelas que conducen a la cima de la colina. A pesar de la humedad y el calor, característicos de la zona selvática, la recompensa de alcanzar la cumbre y la gratificación de la vista panorámica son inmensas.
La “Roca del León” debe su nombre a la impresionante estructura que se encuentra justo antes del tramo final de escaleras hacia la cumbre. Aunque hoy solo se conservan las garras del león, su tamaño es un indicativo de las colosales dimensiones que debió tener la escultura completa. La entrada principal a la fortaleza, que ahora da acceso a las ruinas, estaba originalmente reservada al rey, quien accedía a través de las fauces del león. Una curiosidad intrigante es que las garras actuales muestran solo tres dedos, una característica más común en reptiles que en felinos, lo que añade otro elemento de misterio a la icónica Roca del León.
Para aquellos que buscan una perspectiva diferente de Sigiriya, el mirador de Pidurangala ofrece vistas espectaculares de la Roca del León. Esta roca, más pequeña pero igualmente imponente, se encuentra a poca distancia y es un punto popular para admirar la majestuosidad de Sigiriya desde la distancia. La subida a Pidurangala, aunque con escaleras en peores condiciones que las de Sigiriya, toma aproximadamente 30 minutos desde la base, donde también se puede visitar un Buda reclinado. El costo de entrada a Sigiriya para visitantes extranjeros es de 30 euros, incluyendo el acceso a todo el complejo, desde los fosos y las piscinas hasta la cima. Además, existen opciones de tours guiados y excursiones que enriquecen la comprensión del lugar, e incluso la posibilidad de un vuelo en globo sobre Sigiriya para una experiencia inolvidable.