Los torreznos, ese clásico crujiente de la gastronomía española, especialmente arraigado en Soria, han transitado de ser un pilar de la dieta campesina, que aprovechaba cada parte del cerdo, a convertirse en un alimento controvertido. Su preparación, tradicionalmente frita, les ha valido ser catalogados por algunos como perjudiciales para la salud. Sin embargo, un reciente estudio y el análisis de expertos en nutrición arrojan luz sobre la complejidad de su impacto en el organismo, sugiriendo que su consumo, enmarcado en una dieta equilibrada, podría no ser tan negativo como se piensa, aunque siempre con matices.
La investigación llevada a cabo con un grupo de monjas ha generado un considerable debate, al sugerir que la inclusión de torreznos en una dieta rica en fibra y ácidos grasos monoinsaturados podría tener efectos positivos en la salud metabólica. No obstante, voces expertas subrayan la importancia de interpretar estos hallazgos con cautela, destacando la necesidad de estudios más amplios y diversos para extraer conclusiones aplicables a la población general. El consenso actual apunta a la moderación y a la consideración del estado de salud individual como factores determinantes en la integración de este alimento en la alimentación diaria.
Un innovador estudio llevado a cabo por la Universidad de Valladolid buscó desentrañar el impacto real del consumo de torreznos en la salud. Esta investigación, que involucró a cuarenta monjas con edades comprendidas entre los 18 y los 90 años, arrojó resultados que sorprendieron a la comunidad científica. El objetivo era evaluar cómo la ingesta de este tradicional producto, en combinación con una dieta rica en fibra y vegetales, podría influir en los indicadores del síndrome metabólico. Los hallazgos iniciales sugirieron una mejora en ciertos marcadores de riesgo, desafiando así la percepción negativa que a menudo se tiene de los alimentos fritos y procesados.
Las conclusiones del estudio indicaron que una dieta que incluía torreznos de Soria, fritos en aceite de oliva virgen extra y acompañados de una abundante cantidad de vegetales, podría contribuir a la mejora de los factores de riesgo asociados al síndrome metabólico en mujeres sanas con sobrepeso. Específicamente, las participantes que siguieron este régimen mostraron una reducción en la circunferencia de la cintura, una disminución de los triglicéridos y una presión arterial sistólica más baja. Estos resultados, aunque prometedores, fueron presentados como un indicio de que ciertos alimentos tradicionalmente considerados poco saludables podrían, bajo condiciones específicas y como parte de un patrón dietético equilibrado, no ser tan perjudiciales como se cree, e incluso aportar ciertos beneficios en el contexto adecuado.
A pesar de los hallazgos positivos del estudio de las monjas, el experto en nutrición Edwin Fernández Cruz ha instado a la cautela y a un análisis más profundo de los resultados. Según Fernández Cruz, si bien la investigación es interesante, la muestra de participantes es demasiado pequeña y específica para generalizar sus conclusiones a la población en su conjunto. Destaca que se requieren estudios adicionales, con una población más diversa y numerosa, que abarquen diferentes edades y géneros, para obtener datos más robustos y aplicables a un espectro más amplio de individuos. Es fundamental considerar que las respuestas metabólicas pueden variar significativamente entre distintas personas y grupos demográficos.
Fernández Cruz también enfatiza que, aunque el estudio utilizó aceite de oliva para la fritura, lo cual es preferible a otros aceites menos saludables, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) aconseja limitar el consumo de carnes procesadas en general. Sin embargo, reconoce que la fritura en aceite de oliva virgen extra podría permitir la transferencia de algunos compuestos bioactivos beneficiosos al torrezno. En última instancia, el experto concluye que los torreznos pueden formar parte de una dieta saludable, pero siempre con moderación y en el contexto de un patrón alimentario mediterráneo, rico en fibra y que no desplace otras fuentes de proteínas esenciales. La evaluación individual del estado de salud de cada persona es crucial para determinar la idoneidad de incluir este alimento en su dieta, evitando recomendaciones universales que no se ajusten a las necesidades particulares de cada organismo.