Un potente sismo de 8.8 grados de magnitud, con epicentro frente a las costas del sur de la península rusa de Kamchatka, ha provocado la activación de alertas de tsunami en múltiples países del Pacífico, incluyendo Japón, China, Hawái, Alaska, Canadá y varias naciones latinoamericanas. La amenaza inminente generó demoras y alteraciones en los sistemas de transporte aéreo y terrestre, afectando la movilidad de miles de personas. La magnitud del evento puso de manifiesto la vulnerabilidad de las zonas costeras ante fenómenos sísmicos de tal envergadura.
Esta península rusa es conocida por ser una de las regiones con mayor actividad volcánica y sísmica del planeta, debido a su ubicación en el punto de convergencia de las placas tectónicas del Pacífico y Norteamérica. Tras el terremoto principal, se registró la erupción del volcán Kliuchevskói, el volcán activo más alto de Eurasia, cercano a la costa este de Kamchatka. Las autoridades rusas informaron de olas de entre 3 y 4 metros de altura en las costas del sureste de la península, confirmando el impacto del sismo más fuerte en la región desde 1952, según datos del Servicio Geofísico ruso.
Con el transcurso de las horas, varios países afectados por las alertas de tsunami comenzaron a reducir su nivel de precaución. Japón, en particular, levantó la alerta de tsunami en todo su litoral del Pacífico, aunque mantuvo la recomendación de precaución a sus ciudadanos. La Agencia Meteorológica de Japón (JMA) rebajó la advertencia a un "aviso por riesgo de tsunami" para las zonas costeras que se extienden desde Hokkaido hasta Kyushu. Esta medida se tomó tras una evaluación detallada del riesgo, que permitió a las autoridades emitir directrices más específicas.
A pesar de la reducción de las alertas, las interrupciones en el transporte persistieron durante la jornada. El tráfico ferroviario y aéreo en Japón sufrió graves disrupciones, afectando especialmente al área metropolitana de Tokio y a los aeropuertos como el de Sendai, donde se cancelaron y desviaron numerosos vuelos. En Hawái, varios vuelos con destino o partida de las islas tuvieron que ser desviados, incluyendo los procedentes de Los Ángeles, Vancouver, San Francisco y San Diego, lo que obligó a aerolíneas como Alaska Airlines y Hawaiian Airlines a suspender sus servicios temporalmente.
De forma similar a Japón, otras naciones también procedieron a desactivar sus alertas de tsunami. Rusia anunció el levantamiento de la advertencia, y China hizo lo mismo al desactivar la alerta amarilla para sus costas en Zhejiang y Shanghái. Hawái también rebajó la amenaza de tsunami, indicando que la situación comenzaba a normalizarse en la vasta extensión del Pacífico. La rápida respuesta y la coordinación entre los diferentes servicios de emergencia fueron cruciales para gestionar el impacto de este evento sísmico y mitigar sus posibles consecuencias.