La presidenta de la Asociación de Coordinadores Independientes de Bodas y Eventos Profesionales, Rosario Hernández, ha confirmado que el sector de bodas en la región no ha experimentado contratiempos significativos a causa del sargazo. Este éxito se atribuye a una estrategia proactiva y un cambio de enfoque en la selección de las locaciones.
Tradicionalmente, las bodas en Quintana Roo se asociaban con las idílicas playas. Sin embargo, la coincidencia de la temporada de sargazo con la época de lluvias ha llevado a un giro estratégico. Las parejas y los planificadores han optado por trasladar las ceremonias a la serenidad de los cenotes y la majestuosidad de la selva, espacios que han visto un aumento considerable en su demanda para eventos nupciales.
Esta adaptación ha permitido consolidar a Quintana Roo como un destino sumamente versátil para la celebración de bodas. La habilidad de ofrecer una amplia gama de ambientes, desde la costa hasta los enigmáticos cenotes y la frondosa selva, ha desmentido la percepción de que la presencia de sargazo limita las opciones para las parejas que buscan un lugar único para unirse en matrimonio. Esta flexibilidad asegura que las bodas se realicen sin interrupciones, ofreciendo experiencias distintivas.
Lejos de ser un impedimento, la situación con el sargazo ha incentivado el surgimiento de nuevas oportunidades de negocio. Han aparecido proveedores especializados en la limpieza y preparación de espacios alternativos para bodas, lo que ha garantizado que cada evento se lleve a cabo sin inconvenientes, cumpliendo con las expectativas de las parejas y reforzando la calidad del servicio en el destino.
En el primer semestre de 2025, se logró la recolección de más de 52 mil toneladas de sargazo de las costas de Quintana Roo. Esta iniciativa, liderada por la Secretaría de Marina (Semar) en colaboración con autoridades estatales y municipales, demuestra un compromiso constante con la mitigación del impacto ambiental y turístico de esta macroalga. De esta cifra total, 8 mil toneladas fueron retiradas directamente del mar por embarcaciones especializadas, mientras que el resto se recolectó de las playas, reflejando un esfuerzo coordinado para mantener la belleza natural de la región.