La industria turística cubana atraviesa uno de sus momentos más críticos en el presente siglo, solo comparable con la paralización vivida durante la pandemia. Las estadísticas revelan una drástica reducción en el número de visitantes, impactando significativamente la economía de la isla. Factores como la disminución de viajeros provenientes de sus principales mercados emisores, la escasa ocupación hotelera y los recurrentes problemas con el suministro eléctrico han contribuido a este panorama desolador, generando una profunda preocupación entre las autoridades y los actores del sector.
Durante el pasado mes de julio de 2025, el ministro de Turismo de Cuba, Juan Carlos García Granda, compareció ante el Parlamento en La Habana para ofrecer un sombrío informe sobre el estado actual del sector. Sus palabras confirmaron que la nación caribeña se halla inmersa en la peor crisis turística desde los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001.
Los datos oficiales, suministrados por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) y replicados por Cibercuba, son contundentes: hasta finales de junio, Cuba había recibido apenas 1,306,650 viajeros. Esta cifra representa una alarmante disminución de 319,654 visitantes en comparación con el mismo período del año anterior. En cuanto a los visitantes internacionales, el panorama es aún más desalentador, con un total de 981,856 arribos, lo que supone una caída del 25% respecto a 2024, es decir, 327,799 turistas menos.
Ni siquiera los mercados estratégicos, como el ruso y el canadiense, han logrado revertir esta tendencia. A pesar de las grandes expectativas depositadas en ellos para revitalizar el sector, la llegada de turistas de estas naciones también ha experimentado un notable retroceso. Hasta junio, 63,708 viajeros rusos visitaron la isla, una contracción de 48,999 respecto a los 112,707 registrados el año precedente. Canadá, tradicionalmente el principal mercado para Cuba, también mostró una fuerte caída, pasando de 577,624 a 428,125 visitantes.
La ocupación hotelera refleja la magnitud del problema. En el primer trimestre, apenas alcanzó un 24.1%, lo que significa que más del 75% de la capacidad de alojamiento permaneció sin utilizar, incluso en lo que debería ser la temporada alta. Las pernoctaciones descendieron de más de 5 millones a 3.6 millones, y los ingresos del sector experimentaron una reducción del 21.5%, pasando de 44,411 millones a 34,860 millones de pesos cubanos. La cadena Meliá, un actor clave en la hotelería cubana, informó una caída del 20.8% en los ingresos por habitación disponible, con una ocupación promedio de solo el 40.5%, un contraste marcado con otros destinos del Caribe.
La situación se ve agravada por problemas internos de la isla, como los constantes apagones que, en promedio, alcanzan las 20 horas diarias en gran parte del territorio. Este factor disuade a muchos turistas y afecta directamente la calidad de la experiencia. Para superar esta crisis, Cuba enfrenta el imperativo de recuperar la conectividad aérea con América Latina, así como mejorar sustancialmente la calidad de sus servicios turísticos y diversificar tanto su oferta como sus mercados emisores.
Esta profunda crisis en el turismo cubano subraya la vulnerabilidad de las economías altamente dependientes de un solo sector, especialmente ante factores externos e internos que escapan a su control inmediato. La necesidad de una diversificación económica se hace cada vez más patente, y la inversión en infraestructura básica y servicios de calidad emerge como una prioridad ineludible para cualquier estrategia de recuperación. Desde la perspectiva del viajero, la estabilidad y la fiabilidad de los servicios son fundamentales para elegir un destino, y Cuba debe trabajar incansablemente para restaurar la confianza y atractivo que alguna vez la caracterizaron. La situación actual es un claro recordatorio de que, incluso en un paraíso tropical, los desafíos económicos pueden ensombrecer cualquier brillo si no se abordan con estrategias sólidas y sostenibles.