La industria turística cubana atraviesa un momento crítico, con cifras alarmantes que muestran una severa contracción. Durante el primer semestre de 2025, la tasa de ocupación en los establecimientos hoteleros de la isla caribeña se desplomó drásticamente, dejando casi el 80% de las plazas disponibles sin utilizar. Esta situación representa un mínimo histórico para el país, superando incluso periodos de crisis que no estaban directamente relacionados con eventos globales extraordinarios como pandemias o desastres naturales.
Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), el número total de visitantes extranjeros que llegaron a Cuba entre enero y junio de 2025 sufrió una reducción del 25% en comparación con el año anterior, pasando de 1.3 millones a poco más de 981,000 viajeros. Esta disminución en la afluencia de turistas ha provocado una caída aún mayor en las pernoctaciones, que se redujeron en un 27.8%, de 7.9 a 5.7 millones.
El impacto de esta crisis no se limita únicamente a la ocupación y el número de visitantes; los ingresos generados por las entidades turísticas también han sufrido un golpe considerable. En tan solo un año, estos ingresos cayeron un 20.6%, pasando de más de 70.8 mil millones de pesos cubanos a 56.2 mil millones. El propio ministro de Turismo cubano, Juan Carlos García Granda, ha reconocido la gravedad de la situación, describiendo el año 2024 como el peor momento para el sector desde el 11 de septiembre de 2001.
Las causas de esta profunda crisis son multifactoriales y reflejan problemas estructurales dentro de la oferta turística cubana. Las quejas de los visitantes abarcan desde el deterioro general de la infraestructura hotelera hasta la falta de higiene en las instalaciones. Además, se han reportado deficiencias significativas en la atención al cliente y la calidad de los alimentos ofrecidos, factores que afectan directamente la experiencia del turista. A estos problemas se suma una creciente preocupación por la inseguridad, con informes de robos y asaltos a turistas, lo que añade un elemento disuasorio importante para los potenciales viajeros.
Un testimonio reciente de una turista rusa ejemplifica la decepción que muchos experimentan. Tras hospedarse en un hotel de cinco estrellas en Varadero, relató haber encontrado grifos defectuosos, secadores inoperativos y una evidente falta de limpieza. Su experiencia incluyó quejas sobre comida en mal estado, la presencia de insectos y un servicio deficiente, llegando a expresar que los turistas son tratados de manera despectiva. Estas experiencias negativas, ampliamente difundidas, contribuyen a dañar la reputación del destino y a ahuyentar a futuros visitantes.
En resumen, la industria turística de Cuba se enfrenta a un desafío monumental, con una baja ocupación hotelera y una disminución notable en la llegada de turistas. Los problemas que aquejan al sector, que van desde la infraestructura deficiente hasta la percepción de inseguridad, exigen una revisión y adaptación urgentes para recuperar la confianza de los viajeros y revertir la tendencia negativa que amenaza uno de los pilares económicos de la nación caribeña.