En el ámbito de la Unión Europea, la vasta cantidad de sustancias químicas en circulación, con más de cien mil registradas y entre treinta mil y setenta mil en uso diario, representa un desafío ambiental significativo, dado que muchas de ellas terminan inexorablemente en los ecosistemas marinos. Ante esta situación crítica, la iniciativa One-Blue, liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde 2024, se ha erigido como un pilar fundamental en la investigación del impacto de estos compuestos en los océanos.
Este ambicioso proyecto congrega a más de un centenar de científicos procedentes de dieciocho instituciones europeas, abarcando once naciones, con la misión primordial de cuantificar los niveles de polución y sus consecuencias tanto para la vida marina como para la salud humana. Adoptando una visión holística en consonancia con los principios de las Naciones Unidas, One-Blue aborda la interconexión de la contaminación, el cambio climático y la disminución de la diversidad biológica, una \"triple crisis planetaria\" cuyos efectos sinérgicos en el medio oceánico son aún en gran medida desconocidos. La presencia de diversos agentes contaminantes en el ambiente marino es un hecho constatado, incluyendo residuos farmacéuticos como antidepresivos, productos cosméticos, y compuestos perfluoroalquilados y polifluoroalquilados (PFAS), conocidos como \"químicos eternos\" por su persistencia, y que ya se han detectado en la sangre de una gran parte de la población joven.
Un objetivo central de One-Blue consiste en escudriñar la repercusión de estos contaminantes en áreas oceánicas poco exploradas, como las aguas abiertas y las profundidades abisales. Para el año 2025, se han programado nueve expediciones a regiones clave como el Ártico, el Atlántico y el Mar Mediterráneo. Recientemente, una de estas misiones zarpó de Barcelona con destino a Málaga, recolectando muestras de agua, microplásticos, aire y sedimentos en veintiséis puntos estratégicos, abarcando desde las aguas costeras hasta los dos mil metros de profundidad en mar abierto, contando con la participación de quince investigadores del CSIC. Se espera que a lo largo de 2025 se obtengan ochocientas muestras que serán meticulosamente analizadas en laboratorio, donde One-Blue introducirá innovadoras metodologías y procedimientos de estudio. Entre estas técnicas avanzadas se incluyen la espectrometría de masas de alta resolución para perfilar detalladamente los contaminantes, nuevos enfoques toxicológicos, y sistemas ultrasónicos para el monitoreo de microplásticos, así como sensores autónomos remotos para la detección casi instantánea de residuos de antibióticos. La elaboración de mapas de contaminantes emergentes constituye un pilar esencial para el desarrollo sostenible en Europa, y se prevé que durante el segundo año de One-Blue se concluyan las campañas oceanográficas y se establezca una base de datos de acceso científico, que servirá de fundamento para futuras directivas medioambientales.
El vasto océano, con sus insondables misterios, ha sido objeto de una búsqueda de conocimiento incesante por parte de la humanidad. Es fundamental reconocer que muchas de las problemáticas actuales son consecuencia directa de nuestras propias acciones, que repercuten negativamente en nuestra salud y en la riqueza de la biodiversidad. En este contexto, la investigación científica se presenta como la brújula indispensable que nos guía hacia la comprensión y, consecuentemente, hacia la adopción de medidas correctivas. Al adentrarnos en el estudio de los contaminantes y sus efectos, estamos sentando las bases para un futuro más equilibrado y próspero, donde la armonía entre la actividad humana y la salud del planeta sea una realidad tangible, promoviendo un camino de progreso que beneficie a todas las formas de vida y asegure la sostenibilidad de nuestro invaluable hogar azul.