Las costas espa\u00f1olas se enfrentan a una doble amenaza inminente: el implacable avance del cambio clim\u00e1tico y una expansi\u00f3n urban\u00edstica descontrolada. Un reciente informe de Greenpeace, titulado "Destrucci\u00f3n a toda costa 2025", arroja luz sobre una proyecci\u00f3n alarmante: la p\u00e9rdida de la mitad de la superficie playera del pa\u00eds en tan solo 25 a\u00f1os. Este declive se atribuye directamente al calentamiento global, que provoca un ascenso acelerado del nivel del mar, y a un modelo tur\u00edstico de lujo que ignora los ecosistemas. Las consecuencias ya son visibles, con el Mediterr\u00e1neo sufriendo temperaturas r\u00e9cord y una p\u00e9rdida significativa de biodiversidad, como la vital Posidonia oce\u00e1nica.
Durante el mes de junio de 2025, el mar Mediterr\u00e1neo registr\u00f3 un incremento de cuatro grados cent\u00edgrados por encima de sus temperaturas promedio. Esta subida t\u00e9rmica, que transforma sus aguas en una suerte de ba\u00f1era hirviente, est\u00e1 provocando un estrago silencioso en la biodiversidad. Especies fundamentales como la Posidonia oce\u00e1nica, vital para el ecosistema marino, est\u00e1n pereciendo, dejando un rastro de devastaci\u00f3n ambiental.
El informe "Destrucci\u00f3n a toda costa 2025", divulgado por Greenpeace, no se limita a exponer cifras de retroceso en las l\u00edneas de costa. Este an\u00e1lisis detalla con precisi\u00f3n c\u00f3mo la emergencia clim\u00e1tica se entrelaza con una urbanizaci\u00f3n costera voraz. Lejos de detenerse, la construcci\u00f3n en el litoral se renueva, adoptando disfraces de sostenibilidad y lujo para justificar su implacable expansi\u00f3n, siempre a expensas de la habitabilidad natural del entorno.
La expansi\u00f3n del turismo de alto nivel se perfila como una de las tendencias m\u00e1s preocupantes se\u00f1aladas en el estudio. Proyectos ambiciosos, que incluyen complejos hoteleros exclusivos, campamentos de lujo (glampings) y residencias de marca, se multiplican en parajes naturales ya al borde del colapso ecol\u00f3gico.
En Baleares, por ejemplo, en agosto de 2024, la presi\u00f3n demogr\u00e1fica alcanz\u00f3 un r\u00e9cord de m\u00e1s de dos millones de personas, duplicando la poblaci\u00f3n residente. Esta masificaci\u00f3n no solo satura servicios e infraestructuras, sino que impacta gravemente los ecosistemas marinos, en gran medida debido al incremento de embarcaciones recreativas y fondeos incontrolados que arrasan las praderas submarinas.
En la pintoresca Andaluc\u00eda, los proyectos urban\u00edsticos invaden incluso \u00e1reas protegidas. Desde lujosos complejos en la provincia de C\u00e1diz hasta glampings dentro del Parque Natural del Estrecho, la industria inmobiliaria ha encontrado en el discurso del turismo exclusivo una coartada perfecta para legitimar su crecimiento desmedido. La edificaci\u00f3n en zonas de riesgo potencial significativo de inundaci\u00f3n no solo desoye la evidencia cient\u00edfica, sino que la desaf\u00eda con una temeridad preocupante.
La situaci\u00f3n en las Islas Canarias no es menos cr\u00edtica. El megaproyecto "Cuna del Alma" en el Puertito de Adeje ha devastado un territorio incluido en la Red Natura 2000. Aunque las obras han sido suspendidas en tres ocasiones por da\u00f1os al patrimonio arqueol\u00f3gico y a especies end\u00e9micas, cada paralizaci\u00f3n parece ser solo una pausa temporal. La presi\u00f3n tur\u00edstica en islas como Fuerteventura y Lanzarote contin\u00faa en aumento, lo que agrava los conflictos por construcciones ilegales y ampliaciones portuarias en entornos naturales de alt\u00edsimo valor ecol\u00f3gico.
Mientras tanto, regiones como la Comunidad Valenciana y Murcia reviven el antiguo modelo de construcci\u00f3n masiva. En la costa levantina, se reactivan planes urban\u00edsticos de d\u00e9cadas pasadas y se aprueban proyectos en \u00e1reas directamente inundables. Ciudades como Alicante, Cullera, Burriana o Torreblanca se transforman en epicentros de una pol\u00edtica urban\u00edstica que parece haber olvidado las lecciones aprendidas tras la crisis de 2008.
Aunque la urbanizaci\u00f3n costera desmedida ha sido un depredador clave del litoral espa\u00f1ol, no es el \u00fanico factor. El cambio clim\u00e1tico est\u00e1 acelerando una metamorfosis geogr\u00e1fica que hasta hace poco se consideraba impensable: el gradual desvanecimiento de nuestras playas. Seg\u00fan los datos recabados por Greenpeace, se estima que para el a\u00f1o 2050, la mitad de las playas espa\u00f1olas, incluidas las de las Islas Baleares, podr\u00edan haber desaparecido.
Este proceso no es una teor\u00eda abstracta, sino una consecuencia directa del ascenso del nivel del mar. En el archipi\u00e9lago balear, donde solo el 10% del litoral est\u00e1 compuesto por playas (160 km de un total de 1.573 km), este peque\u00f1o porcentaje posee un valor ecol\u00f3gico, econ\u00f3mico y cultural incalculable. Formentera, con un 14,6% de playas, ostenta la mayor proporci\u00f3n; Mallorca, a pesar de tener solo un 9%, concentra m\u00e1s de 66 km de playas, la mayor\u00eda de arena.
La amenaza es inequ\u00edvoca: los modelos clim\u00e1ticos pronostican que el nivel del mar se elevar\u00e1 entre 16 y 33 cent\u00edmetros para el 2050, y podr\u00eda alcanzar hasta un metro a finales de siglo. Una subida de tal magnitud, influenciada por el aumento de la temperatura del agua (que ha subido 1,6 \u00b0C en las \u00faltimas cuatro d\u00e9cadas), desencadenar\u00e1 retrocesos masivos en la l\u00ednea de costa. Las olas de calor marinas, cada vez m\u00e1s frecuentes e intensas, no solo impactan los ecosistemas, sino que act\u00faan como catalizadores de una erosi\u00f3n constante. Este fen\u00f3meno amenaza directamente a la Posidonia oceanica, una planta marina end\u00e9mica del Mediterr\u00e1neo que act\u00faa como un dique natural contra la p\u00e9rdida de arena y amortigua los efectos del oleaje. Sin ella, el proceso de desaparici\u00f3n ser\u00eda a\u00fan m\u00e1s acelerado.
La informaci\u00f3n presentada nos confronta con una realidad ineludible: la doble erosi\u00f3n de nuestras costas, una visible por la cementaci\u00f3n y otra, m\u00e1s insidiosa, por el ascenso del mar. Como observadores, es imperativo reconocer que no solo estamos hablando de paisajes id\u00edlicos o de la industria tur\u00edstica. Estamos presenciando la p\u00e9rdida progresiva de un patrimonio natural y cultural insustituible. La indiferencia ante esta crisis o la priorizaci\u00f3n de intereses econ\u00f3micos a corto plazo nos conducir\u00e1n a un futuro donde las playas, tal como las conocemos, podr\u00edan convertirse en un mero recuerdo. La necesidad de una acci\u00f3n concertada, que abarque desde pol\u00edticas p\u00fablicas hasta la conciencia individual, es m\u00e1s urgente que nunca. Proteger nuestras costas es proteger nuestro futuro y nuestra identidad.