Desde 1990, la prevalencia de la obesidad se ha disparado, duplicándose a nivel mundial. Para 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que una de cada ocho personas vivía con obesidad. Este aumento conlleva serias implicaciones para la salud, incrementando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, diabetes, ciertos tipos de cáncer y trastornos neurológicos. Históricamente, la obesidad ha sido erróneamente percibida como un mero problema estético; sin embargo, la investigación científica moderna subraya su compleja naturaleza como una enfermedad multifactorial que requiere un enfoque médico riguroso.
Un innovador estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature y dirigido por William Scott del Imperial College London, ha investigado la respuesta celular del cuerpo a la reducción de peso. Sus hallazgos ofrecen una comprensión sin precedentes del temido \"efecto rebote\", un obstáculo común en el manejo del peso. Este trabajo profundiza en el comportamiento del tejido adiposo, el almacén de grasa del cuerpo, y su capacidad de adaptación. Aunque el tejido adiposo es fundamental para el equilibrio energético, su expansión desmedida compromete su función y distribuye el exceso de grasa a otras áreas corporales, elevando los riesgos para la salud.
El estudio analizó más de 170,000 células de 70 individuos, revelando una característica sorprendente: la existencia de células con una especie de \"memoria\". Tras la pérdida de peso, el cuerpo elimina células dañinas y metaboliza grasas perjudiciales. Sin embargo, un tipo particular de células inmunitarias, los macrófagos, parecen resistir completamente esta reversión, manteniendo una \"activación\" que los prepara para fomentar la recuperación del peso y agravar la disfunción metabólica. Esta resiliencia celular es un factor clave en la manifestación del efecto rebote.
La investigación detalló cómo, incluso después de una significativa pérdida de peso, la activación de los macrófagos no se revierte por completo. Esto deja a estas células en un estado de preparación, listas para \"desencadenar una posible recuperación del peso y empeorar la disfunción metabólica\", tal como lo describen los autores del estudio. Además, se observa que la obesidad amplifica la susceptibilidad selectiva al estrés celular, más que el envejecimiento o la delgadez metabólicamente insalubre. Este conocimiento es crucial para desarrollar estrategias de intervención más efectivas.
Frente a estos hallazgos, la medicina podría orientarse hacia el desarrollo de terapias que \"reinicien\" la memoria del tejido adiposo, así como a fortalecer el mantenimiento del peso después de su reducción. Los avances científicos actuales resaltan la urgencia de implementar políticas de salud pública enfocadas en la intervención temprana, particularmente en niños y adolescentes. Es fundamental prevenir la \"memoria obesogénica\" del organismo desde edades tempranas. El diagnóstico de la obesidad se realiza mediante métodos como la medición del perímetro de la cintura o el cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC), que relaciona el peso con la estatura. Según la OMS, en 2024, 35 millones de niños menores de 5 años ya sufrían de sobrepeso, evidenciando la magnitud del problema y la necesidad de acción inmediata.