El inminente ajuste al horario de invierno en España, programado para la madrugada del 26 de octubre de 2025, cuando los relojes se retrasarán una hora, ha generado importantes debates. Si bien la idea de 'ganar' una hora de descanso podría parecer atractiva, expertos en salud y sueño alertan sobre los desafíos que este cambio puede presentar, particularmente para los segmentos más sensibles de la población: los niños y los adultos mayores. Este evento anual, que busca armonizar el uso de la luz diurna, requiere una cuidadosa preparación para minimizar sus potenciales efectos adversos en el bienestar general y en sectores clave como el turismo.
En la pintoresca península ibérica, específicamente en España, la transición al horario de invierno en 2025 se llevará a cabo durante las primeras horas del domingo 26 de octubre. A las 03:00 de la madrugada, los mecanismos de tiempo retrocederán a las 02:00, concediendo una hora adicional a esa jornada. No obstante, esta aparente ventaja no está exenta de desafíos. La Sociedad Española del Sueño ha destacado que incluso una modificación tan sutil en la cronología diaria puede desestabilizar el reloj biológico interno, provocando un efecto similar al del desfase horario, con consecuencias que pueden perdurar varios días. En los niños, esto podría manifestarse en episodios de fatiga, irritabilidad y dificultades para concentrarse, además de alteraciones en sus patrones alimenticios. Para las personas de la tercera edad, se prevén mayores problemas para conciliar el sueño, sensación de cansancio durante el día y desorden en sus rutinas habituales, lo que podría exacerbar condiciones de salud preexistentes.
Frente a estos posibles escenarios, los profesionales de la salud enfatizan la importancia de establecer y mantener rutinas horarias estables. La Sociedad Española del Sueño aboga por la permanencia del horario de invierno (GMT+1) de manera indefinida, considerándolo el más beneficioso para el rendimiento cognitivo y la prevención de enfermedades crónicas como la obesidad, la depresión y los trastornos cardiovasculares.
Para los más pequeños del hogar, pediatras y psicólogos sugieren implementar una preparación gradual. Se recomienda adelantar paulatinamente los horarios de sueño, comidas y actividades físicas durante los días previos al cambio. Asimismo, la exposición a la luz solar matutina, por ejemplo, mediante paseos a la escuela o la guardería, y la restricción del uso de dispositivos electrónicos antes de dormir, son medidas aconsejables. Una siesta corta durante los primeros días post-cambio también puede contribuir a aliviar el cansancio. En cuanto a los adultos mayores, es fundamental que mantengan horarios consistentes, eviten estimulantes como la cafeína por la tarde y aprovechen al máximo la luz natural para reajustar sus ciclos circadianos.
Este ajuste horario también resuena en la esfera turística. Las familias que optan por viajar con niños pueden encontrar obstáculos en la adaptación, lo que podría afectar su participación en actividades programadas. De igual manera, los viajeros de la tercera edad, un pilar fundamental en el turismo sénior, incluyendo programas como los del Imserso, podrían requerir una mayor flexibilidad en los horarios de sus comidas, excursiones y otras actividades para asegurar su comodidad. Hoteles, operadores turísticos y agencias de viaje suelen aconsejar una planificación menos rígida durante los días iniciales posteriores al cambio, permitiendo así que los visitantes se adapten sin presiones, garantizando una experiencia de viaje más placentera y sin contratiempos.
La inminente modificación de la hora nos invita a una profunda reflexión sobre la intrincada conexión entre nuestros ritmos biológicos y el entorno artificial que creamos. Es un recordatorio palpable de que, a pesar de nuestros avances tecnológicos y nuestro control sobre la temporalidad, el cuerpo humano conserva un reloj interno arraigado en ciclos naturales, como la alternancia de luz y oscuridad. Este evento, que podría parecer una simple recalibración de manecillas, revela la fragilidad de nuestro equilibrio interno y la necesidad de una adaptación consciente. Me impulsa a considerar la importancia de la prevención y el cuidado, especialmente para los más vulnerables, y a reconocer que, en un mundo cada vez más acelerado, la flexibilidad y la empatía son esenciales. Más allá de la logística, este cambio horario nos ofrece una oportunidad para sintonizar con nuestros propios cuerpos y los de quienes nos rodean, fomentando una comprensión más profunda de cómo nuestras decisiones colectivas impactan en el bienestar individual.