Con el invierno cediendo paso en Chile, la atención se centra en la próxima modificación del horario. Este cambio, previsto para el anochecer del sábado 6 de septiembre de 2025, será un punto de inflexión. A la medianoche, los dispositivos de medición del tiempo se desplazarán sesenta minutos hacia adelante, marcando la 01:00 AM del domingo. Esta alteración inaugurará el horario estival, prometiendo atardeceres más luminosos, si bien las primeras horas del día se presentarán con mayor penumbra.
Este procedimiento responde a una disposición legal que define dos ajustes anuales: uno en abril, para el horario invernal, y otro en septiembre, que da inicio a la temporada cálida. La medida abarca la totalidad del territorio continental, con la notoria excepción de las regiones de Aysén, Magallanes y la Antártica Chilena, que operan bajo un huso horario constante. Por su parte, en el territorio insular, incluyendo Rapa Nui y las islas Salas y Gómez, el cambio se efectúa en la misma fecha, pero a las 22:00 horas locales, alineando así el Chile continental al huso UTC-3.
El calendario oficial para estas modificaciones está contenido en el decreto 224, que rige el sistema hasta el año 2026. Según este, el primer sábado de septiembre los relojes se avanzan para el verano, y el primer sábado de abril se retrasan para el invierno. En consecuencia, el próximo cambio al horario de invierno está programado para el sábado 4 de abril de 2026, cuando los relojes se atrasarán sesenta minutos.
La implementación de los cambios de horario en Chile data de 1968. Esta iniciativa surgió como respuesta a una severa sequía que comprometía la generación eléctrica nacional. Edinson Román, ingeniero de la entonces Compañía Chilena de Electricidad (Chilectra), propuso ajustar la hora oficial para optimizar el uso de la luz natural. Desde entonces, a lo largo de casi seis décadas, la regulación ha sido objeto de múltiples ajustes mediante decretos gubernamentales sucesivos.
El sistema de cambio horario ha sido fuente de debate en Chile por varias décadas. La alteración bianual de los relojes afecta la rutina diaria de la ciudadanía. Mientras algunos expertos cuestionan su efectividad en el ahorro energético, otros enfatizan el impacto en la salud de estudiantes y trabajadores, quienes experimentan desajustes en sus patrones de sueño y un período de adaptación que puede ser desafiante.